El especialista en materia migratoria advierte de los peligros que sortean los migrantes, especialmente las mujeres, en la ruta a los Estados Unidos. En agosto de 2010, en la masacre de Tamaulipas, México, fueron asesinadas 72 personas, 14 de ellas mujeres. Glenda, entonces de 23 años, estaba entre las víctimas.
Glenda salió de su casa en Jayaque, La Libertad, el 10 de agosto de 2010 en busca de un futuro y una vida mejor en los Estados Unidos. Su madre, Mirna del Carmen Solórzano, recuerda la breve conversación con ella cuatro días después: “Mami, estoy acá en México. Cuídense y saludos a todos”.
La masacre a manos del cártel de Los Zetas fue entre el 22 y el 23 de agosto en el municipio de San Fernando, en el estado fronterizo de Tamaulipas.
Unos días después, Mirna recibió la visita de un personal del Ministerio de Relaciones Exteriores para informarle que era muy probable que su hija estuviese entre las víctimas y que, por tanto, debía hacerse la prueba de ADN. El examen lo confirmó una semana después.
El 5 de septiembre llegaron al Aeropuerto Internacional de Comalapa los 14 cadáveres de los salvadoreños que murieron en San Fernando. Un día después fue el entierro de Glenda.
“Desde ese momento hacia acá, yo viví siempre con una duda, con el dolor de no saber si, en realidad, era ella a quién estaba enterrando”, aclara Mirna.
Óscar Chacón es director ejecutivo de Alianza Américas. “Son riesgos extremadamente graves (que) hablan de cuánto se ha deshumanizado la persona migrante. Insisto, en el caso de las mujeres, hay una situación de mucha mayor vulnerabilidad que no podemos ignorar”, apunta el experto en migración.
La noticia de la masacre de los 72, como también se le conoce a ese hecho, alertó al mundo de los riesgos y peligros que entraña la ruta del migrante hacia los Estados Unidos.
A juzgar por el número de deportados, la presencia de mujeres en el camino por tierra hacia los Estados Unidos es mayor cada vez. En 2019, el 26.5% de los deportados era mujer, casi diez puntos porcentuales más que cinco años antes, en 2014, cuando representaba el 17%.
Las razones económicas, la inseguridad y la reunificación familiar son los motivos por los que hombres y mujeres deciden poner rumbo al norte. En ellas, sin embargo, la inseguridad y la violencia, y reunirse con familiares tienen más peso que en los hombres.
En la última Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples de 2020, elaborada por el Ministerio de Economía, se indica que el 79% de los hombres está en el mercado laboral frente apenas el 46.6% de las mujeres. A esa brecha significativa por razones se sexo hay que añadir otra, la salarial. El salario promedio del hombre es 388 dólares por los 321 dólares que gana la mujer, 67 dólares menos.
El Salvador, de acuerdo con las estadísticas de la Fiscalía, tampoco es un país seguro para las niñas y mujeres. Basta recordar que a diario se denuncian nueve casos de violencia sexual, tres de cada cuatro en menores de edad.
Mirna vivió los años siguientes con la incertidumbre de saber si el cuerpo que habían enterrado junto a su casa era el de su hija.
En 2014 viajó a México en busca de pruebas como su ropa, documentos o investigaciones que le dieran la tranquilidad. En su destino no encontró el sosiego que necesitaba.
Empezó entonces una batalla legal con las autoridades salvadoreñas y mexicanas para lograr la exhumación del cuerpo y volver a someterse a los exámenes de ADN. Ese esfuerzo tuvo su recompensa en 2018. Las pruebas confirmaron que el cuerpo enterrado a un lado de su casa era del su hija.
“Vivíamos con esa incertidumbre, esa duda, ahora tenemos ese lugar adonde se le va a dejar una flor”, concluye Mirna.