Es falso que en El Salvador nunca hubo democracia y que ahora sí la hay, como dijo Bukele

Para el candidato a la reelección Nayib Bukele, en El Salvador jamás existió la democracia y aseguró que, en la actualidad, sí la hay. Lo expresado contradice varios informes internacionales, que alertan del rumbo autocrático que lleva el país. Politólogos consultados coinciden en que el país tuvo un sistema híbrido, una mezcla de elementos autoritarios y democráticos. Amparo Marroquín, comunicadora de la UCA, considera que ese discurso es parte de “una guerra semántica, que permita equiparar democracia con populismo”. El fin, aclara, es despojar a la primera de su esencia, su vinculación con el pluralismo y el contrapeso de poderes.

El candidato a la Presidencia, Nayib Bukele, rompió el silencio electoral el domingo 4 de febrero con una conferencia de prensa en la que pidió el voto para los diputados de su partido Nuevas Ideas. En su intervención también aclaró que en el país no se está “eliminando la democracia”, como lo dijo Félix Ulloa, candidato a la Vicepresidencia, al medio The New York Times unos días antes.

«Nosotros no estamos sustituyendo la democracia porque El Salvador jamás tuvo democracia. Esta es la primera vez en la historia que El Salvador tiene democracia. Y no lo digo yo, lo dice el pueblo», afirmó el mandatario, candidato a una reelección que está prohibida en la Constitución.

El candidato a la reelección habla de democracia en su discurso del día de la elección.

En Voz Pública se revisaron informes sobre la situación de democracia en el mundo y se consultó a politólogos y expertos en comunicación sobre lo expresado por el candidato. Con la información recabada, se concluyó que las declaraciones del mandatario entran en la categoría de falsas. Si bien es cierto que existía una democracia débil o «una democracia con fallas”, como la catalogaba The Economist, con su llegada al poder, la situación ha ido a peor y camina hacia una autocracia.

En proceso de autocratización
Uno de las instituciones más prestigiosas para medir la democracia en los países es el Instituto V-Dem de la Universidad de Gotemburgo, Suecia. En su último estudio Resistencia frente a la autocratización. Reporte de la democracia 2023, El Salvador aparece retratado desde el prólogo y no para bien. “América Latina sigue siendo un territorio de sorpresas, inercias, buenas y malas noticias. La implosión democrática en el Perú, el popular proceso de autocratización en El Salvador, y la incertidumbre sobre el futuro de la democracia en México coexisten—por poner solo algunos ejemplos—con la esperanza de recuperación democrática en Brasil y con la reapertura del proceso de reforma constitucional en Chile”, describe.

El informe mantiene al país en la categoría de “autocracia electoral” por segundo año consecutivo. Por autocracia se entiende la forma de gobierno en la que predomina la voluntad de una persona o una familia. Si bien pueden existir elecciones, prevalece un sistema autoritario donde no se garantiza la independencia judicial, la separación de poderes, como en una democracia formal.

El Salvador se ubica en el puesto 132 de 179 países evaluados y es uno de los que más retrocedió en el último año, al caer 13 puestos con respecto al informe del 2022 (puesto 119). En 2021 se posicionó en el lugar 87. 

El informe en cuestión se centra en la democracia liberal, el concepto más extendido. En ese sentido, combina las instituciones “centrales” de la democracia electoral con la dimensión liberal: restricciones al poder ejecutivo por parte del legislativo y judicial, y el Estado de derecho que garantiza el respeto de las libertades civiles.

Camino a la autocratización en los últimos años.

El Instituto V-Dem catalogó a El Salvador como una democracia electoral desde 1998 hasta 2020, cuando pasó de nuevo a convertirse en autocracia electoral. Con ese término se definió también al país desde mediados de los 80 hasta finales de los 90. El rumbo a una autocracia electoral, como se define a El Salvador, se aceleró con la llegada de Nayib Bukele al poder si bien hay que resaltar que desde 2017 ya se observaba un deterioro democrático.

Algunos de los 20 indicadores principales que evalúa el informe y que están en retroceso en países como El Salvador son: Ejecutivo respetuoso de la Constitución, intimidación del gobierno en las elecciones, hostigamiento a periodistas, respetar los argumentos contrarios, libertad de debate, esfuerzos de censura gubernamental, entre otros.

Finalmente, el estudio se hace eco de algunas diferencias entre las autocracias y las democracias liberales. Mientras en los primeros, “la desinformación, polarización y autocratización se refuerzan mutuamente”, los otros “reducen sustancialmente la propagación de la desinformación y, en cierta medida, también la polarización”. 

Para el Instituto V-Dem, El Salvador era una democracia electoral, como la mayoría en AL, hasta 2020.

Con tintes autoritarios
El politólogo Carlos Monterroza explica que, previo a la actual administración, El Salvador combinaba elementos autoritarios con otros de democracia representativa. “Ahora estamos ya en un régimen que ya lo podrán catalogar como autoritario”, dijo el también docente del Departamento de Ciencias Políticas de la UCA. Añade que lo sucedido en las elecciones y el papel del Tribunal Supremo Electoral (TSE) suman para ver al país de esa manera.

Desde una perspectiva de historia política, Monterroza considera que el país tuvo elementos democráticos como los procesos electorales, las garantías de competencia entre partidos y el libre ejercicio de la libertad de expresión sin censura, entre otros. Algo que algunos especialistas catalogan como “intentos de una democracia representativa liberal”, agregó.

No obstante, también planteó que “hubo un fallo muy fuerte en el tema de control interorgánico, rendición de cuentas, transparencia, democracia interna de los partidos políticos, que son otras patas importantes de esa mesa (democracia)”.

Monterroza recuerda que, por ejemplo, The Economist, en su último Índice de democracia, considera al país como un “régimen híbrido”, un sistema que combina elementos formales de una democracia con otros rasgos de carácter autoritario.

Para la revista británica, El Salvador ha ido a peor en los últimos años al pasar de ser una “democracia con fallas” a la categoría ya mencionada. 

En ese régimen híbrido se engloban aquellos países con indicios de corrupción creciente, Estado de derecho debilitado y un aparato judicial capturado, y prensa independiente bajo amenazas, entre otros, según la publicación.

Régimen híbrido
Álvaro Artiga, también politólogo de la UCA, apunta que, en materia democrática, el país ha tenido un régimen híbrido, “que mezclaba elementos democráticos para ascender al poder con elementos autoritarios en el ejercicio del poder”.

Aclaró que, si bien él considera que “no hemos tenido democracia” eso no significa que exista en la actualidad “porque la democracia supone el control institucional sobre los funcionarios y el respeto al Estado de derecho”.

Para Artiga, uno de los dos pilares fundamentales de la democracia es que instituciones como la Fiscalía, la Sala de lo Constitucional y la misma Asamblea cumplan con la competencia de controlar el abuso de autoridad de quienes gobiernan. “Eso es lo que no ha funcionado en este país. Hubo un reparto institucional, un reparto entre los partidos de todas esas instituciones”, planteó y agregó que ese factor “neutralizó el ejercicio fiscal del control político que está contemplado en nuestra Constitución”. 

Añadió que actualmente no hay un reparto entre partidos, pero todo es controlado por una sola persona y ese aspecto sigue siendo una deuda democrática.

El otro pilar corresponde a las elecciones bajo estándares democráticos, respetando leyes en el marco de una elección justa y competitiva. “Se puede decir que, hasta antes de ayer (elecciones del 4 de febrero) todas las elecciones, digamos hasta 2021 desde el año 1994, cumplían esos estándares”, enfatizó.

En septiembre de 2023 se hizo un ejercicio similar a raíz de unas declaraciones del entonces vicepresidente Félix Ulloa sobre democracia y Estado de derecho. En ese entonces, hasta cuatro informes internacionales, incluido el del instituto sueco, señalaban el retroceso en la administración actual.

Democracia y populismo
Bukele, en la conferencia en el día de la elección, también dijo lo siguiente: “La definición de democracia, la real no la inventada por las élites, es demos y kratos: el poder del pueblo. No dice ‘la élite o la oenegé o el periódico El País (en referencia al medio español)’. No, dice el poder del pueblo. Demos, kratos. El pueblo, demos, que tiene el poder, kratos, dice: queremos un régimen de excepción, queremos la política de seguridad del presidente”.

Amparo Marroquín, comunicadora e investigadora de la UCA, cree que, en esas declaraciones, lo que está haciendo Bukele es, en términos técnicos, “una guerra semántica, que permita equiparar democracia con populismo”.

“Lo importante del poder es que venga del pueblo. Ya hemos escuchado a intelectuales orgánicos como Dagoberto Gutiérrez señalar esto. Más que confundir es posicionar democracia y populismo como sinónimos. ¿Qué permite esto? Que se despoje al concepto de democracia de toda vinculación con pluralismo y con control y contrapeso a los distintos poderes”, explicó.

Omar Luna, catedrático de la Escuela de Comunicación de Mónica Herrera, apunta que lo dicho por el mandatario es “una reinterpretación antojadiza del término” y “que algo sea popular, es decir, demandado por el pueblo, no quiere decir que sea lo correcto”.

“La historia ha demostrado que, aunque haya una mediación divina entre el mandatario y el pueblo, la concentración de poder en una sola persona ha traído consecuencias nefastas para sus naciones”, sentenció el comunicador y analista de datos.

Luna considera que lo que aplica Bukele es una lógica en la que “al reencuadrar la realidad todo vale, menos los hechos fácticos que saltan a la vista”. “Al reencuadrar realidades, necesita robustecer su reinterpretación antojadiza de la historia”, agregó.

El populismo, según Bukele
El analista recuerda que esta no es la primera vez que el mandatario reinterpreta un término a su conveniencia. Hace más de diez años, en mayo de 2013, en una actividad de la UES de San Miguel, cuando modificó el término “populismo”.

“¿Alguien quiere un presidente populista? ¿Nadie? Bueno, yo sí”, dijo en aquella ocasión y citó que el populismo es la “doctrina política que pretende defender los intereses y aspiraciones del pueblo”. “Nos han vendido que el populismo es malo”, añadió Luna, parafraseando lo expresado por Bukele.

La Real Academia de la Lengua Española define el populismo como una “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”. En materia política, este término hace referencia a una forma de gobierno en la que se impulsan respuestas ante las necesidades de las mayorías, con medidas que no constituyen políticas planificadas y que no son fáciles de aplicar. En muchos casos, incluso a costa del incumplimiento de marcos legales.

Según Monterroza, “es muy reduccionista ver la democracia estrictamente sólo con el poder del pueblo”. “En esa declaración se parte de la idea de que el pueblo es un ente homogéneo, lo cual hay que discutirlo y hay que valorarlo. En la concepción de las democracias representativas liberales, hay un principio que es clave: no es solamente el gobierno de la mayoría, sino que la mayoría puede gobernar en respeto de los derechos de las minorías”.

Nayib Bukele goza de una alta popularidad y, a falta de los resultados oficiales, todo indica que se reelegirá para un segundo quinquenio. En estas elecciones, su mejor carta de presentación ha sido la mejora notable de la seguridad gracias al régimen de excepción que ha suspendido derechos y ha propiciado miles de detenciones arbitrarias y la violación de derechos humanos de sectores históricamente excluidos.

Fuentes
– Nayib Bukele, presidente de la República.
Álvaro Artiga, politólogo y docente de la UCA.
– Carlos Monterroza, politólogo y docente de la UCA.
– Amparo Marroquín, comunicadora e investigadora.
– Omar Luna, catedrático de la Escuela de Comunicaciones Mónica Herrera.

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