“Imponerte el modo en que vas vestida es violencia sicológica”

por Kattia Merlos/Wendy Monterrosa

Insultos, burlas, humillaciones… estas conductas hacia la mujer buscan desvalorizarla, acabar con su autoestima y controlarla. Comportamientos que pueden parecer inofensivos, pero que no lo son, de acuerdo con lo expresado por Sindy Alvarenga, sicóloga.

Varias especialistas analizan distintos tipos de violencia contra la mujer y dan luces de cómo identificarlos en el pódcast titulado ¿Hogar, dulce hogar?, el quinto capítulo de la serie Voces desde la realidad, elaborado por Voz Pública.

La sicóloga Sindy Alvarenga advierte de los efectos de la violencia emocional en la mujer, en concreto comportamientos que pueden parecer inofensivos y que terminan por socavar la autoestima de la persona. “Imponerte el modo en que vas vestida, maquillada, todas esas conductas que van encaminadas a aislarte socialmente, a coartar tus redes de apoyo también son violencia sicológica”, revela la experta que trabaja en la Unidad Especializada para Mujeres Víctimas de Violencia, un área de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH).

Las expresiones verbales de violencia como los gritos e insultos preceden, en ocasiones, a episodios de violencia que llevan a los golpes y agresiones. “La violencia comienza con humillaciones, va escalando hasta, por ejemplo, lanzar objetos, destruir algo que tiene valor afectivo y es posible que más adelante surjan otro tipo de manifestaciones como violencia física o incluso estar ante un riesgo de una conducta feminicida”, explica al referirse a las distintas etapas por las que transita la violencia contra la mujer.

Además de la emocional o sicológica, en el pódcast se aborda la violencia económica, otra de las manifestaciones que recoge la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres en vigor desde enero de 2012. Esta normativa incluye delitos como el feminicidio, tipifica y sanciona otros como la difusión de pornografia y la obstaculización del acceso a la justicia.

Carmen Urquilla, coordinadora del Programa de Justicia Laboral y Económica de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (Ormusa), describe esta violencia como aquellas acciones que afectan la supervivencia económica de la mujer.

La diferencia de salario entre el hombre y la mujer, la brecha salarial, es, de entrada, un ejemplo donde se manifiesta este tipo de violencia. “El hecho de que se pague a una mujer menos dinero que a su par hombre por el simple hecho de ser hombre, eso es violencia económica también”, apunta.

Según la última Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (EHPM), elaborada por el Ministerio de Economía, el salario promedio en 2020 es 358 dólares, alcanzando los 388 dólares en el hombre y 321 en la mujer, es decir, una diferencia de 67 dólares. En sectores importantes del mercado laboral como servicios y comercio, esa diferencia salarial se amplía hasta los 132 dólares entre hombres y mujeres.

En el ámbito familiar, la manifestación más evidente de esa violencia es consecuencia de la parternidad irresponsable cuando los padres se niegan a pagar la cuota alimenticia que les corresponde por ley.

Según la especialista, el Observatorio de Violencia Económica de Ormusa registró 13,345 casos de ese tipo en 2019, todos interpuestos por mujeres.

Neus Bernabéu, representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas, UNPHA El Salvador, analiza la violencia sexual, enfocada en los embarazos de niñas y adolescentes. “Normalmente hablamos de que los embarazos en adolescentes están asociados a la falta de acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, a la falta de educación integral de la sexualidad y a un tercer factor, sin duda, que es la violencia sexual”, apunta.

De enero a junio de 2021, el Ministerio de Salud Pública registra 281 inscripciones prenatales de niñas hasta los 14 años. De mantenerse esa tendencia en el siguiente semestre, este año superará los 503 casos registrados en 2020 y será similar al número de embarazos en 2019.

“Muchas niñas y adolescentes no denuncian porque consideran que lo que les ocurre es normal, es natural, lo han vivido siempre. Ellas lo normalizan, su entorno lo normaliza y el sistema lo normaliza de tal manera que hay una justificación permanente al tema de la violencia sexual”, concluye la especialista.

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