La derogación del decreto que conmemora los Acuerdos de Paz es, para Celia Medrano y José Marinero, una acción más encaminada a imponer una narrativa de refundación de la República, que tiene como punto de partida la elección del presidente Nayib Bukele y que busca, en última instancia, perpetuarse en el poder.
A Celia Medrano, especialista en Derechos Humanos, no le sorprendió la reciente derogación del decreto legislativo que designó el 16 de enero como el Día de la Conmemoración de los Acuerdos de Paz. “No resulta nada nuevo que se pretenda desde un régimen con tendencia autoritaria borrar por decreto una fecha histórica que le cuestiona permanentemente”, sentencia.
Pero no solo no le sorprende sino que Medrano ve incoherencias en esa decisión que terminó por designar esa fecha como el Día Nacional de las Víctimas del Conflicto Armado. La más evidente es pretender hacer memoria a las víctimas en un contexto en que la Fuerza Armada, la principal responsable de las violaciones a los derechos humanos durante el conflicto, tiene un rol protagónico en la vida social y política.
Medrano no oculta que detrás de todo hay un gobierno que toma decisiones arbitrarias e ilegales para seguir en el poder. “Es eso lo que se quiere hacer y sobre esa base se juega con el dolor de las víctimas, con el valor histórico de fechas importantes como el 16 de enero para, poco a poco, pretender quedarse por siempre en el poder sobre la base de imponernos su propia narrativa”, sentencia.
Daño a la cultura democrática
Para el abogado José Marinero, la decisión de derogar el decreto promulgado en 1993 es una acción más dirigida a crear una narratira de refundación de la República, que tenga la elección del presidente Bukele en 2019 como su punto de partida. Y detrás de ese discurso, plantea, necesita un poder que “reside en el control de las armas”, en el control de la Fuerza Armada y la PNC.
“En estos dos años, el retroceso principal, más que en las leyes o en las instituciones, si queremos darle la mirada político-institucional, el daño más grave está en la cultura cívica y democrática. Al colocar a la Fuerza Armada al frente en protagonismo estatal está creando una percepción ciudadana, valores que apuestan a que el estamento armado tiene un rol protagónico, más allá de la defensa de la soberanía”, explica Marinero, miembro de la Fundación Democracia, Transparencia y Justicia (DTJ).
En esa línea, Medrano recuerda que una lección que nos dejaron los Acuerdos de Paz es entender que la vía de la violencia no es el camino para la solución de los problemas. “Al borrar el valor histórico de ese aprendizaje lo que se busca es que se repitan las acciones, que se justifiquen esas acciones y, al parecer, a los actores que protagonizan esto no les importa que volvamos a vivir en un escenario de permanente violencia, ahora violencia política que ellos mismos están generando”, concluye.