Los hijos de la desinformación

por Wendy Monterrosa/Javier Ramón

En Los Toles, uno de los cantones más alejados del municipio de Ahuachapán, colindante con Guatemala, cinco adolescentes quedaron embarazadas en 2020. Ese lugar, que se estira a lo largo de una calle polvorosa, no tiene casa comunal, centro de salud, área recreativa ni parque. Apenas una escuela que brinda clases hasta noveno grado. Donde los estudiantes empiezan y terminan su vida educativa -raro es el que recorre los 17 kilómetros hasta el instituto, en la cabecera-. Donde apenas se enseña educación en la sexualidad, una demanda insatisfecha de los jóvenes para evitar, precisamente, los embarazos precoces. Una estadística donde el municipio se ubica entre los diez primeros del país cada año.

Blanca está por cumplir 16 años. Terminó el noveno grado en el Centro Escolar Cantón Los Toles el año pasado y este no está estudiando. Se plantea comenzar el bachillerato el siguiente.

Blanca, ¿les hablan en la escuela de educación en la sexualidad, de cómo prevenir embarazos?
Más o menos, no mucho, en algunos casos…

¿Tienes amigas de tu edad que ya tienen un bebé?
Por ahorita ninguna tiene, solo están embarazadas.

¿Cuántas están embarazadas?
Cinco.

¿De tu edad? ¿De 15, 16 años?
Sí.

Todas esas amigas tuyas, ¿son de aquí, del cantón?
Sí.

Yulissa es una de esas amigas. Vive a un par de kilómetros de la escuela, siempre sobre la misma calle polvosa que comunica con la ciudad de Ahuachapán, pero en dirección contraria, hacia la frontera de Guatemala. Quedó embarazada con 15 años recién cumplidos. En séptimo grado. A mediados de abril, apenas unos días después de la entrevista, dio a luz. “Uno no sabía nada y se dejó engañar”, exclama esta adolescente que parece aún más niña con una camiseta adornada con estrellas, círculos y corazones de colores, estirada al extremo por el bebé que lleva adentro.

Como Blanca, lamenta la falta de información sobre derechos sexuales y reproductivos que reciben en la escuela y en el hogar. Una idea que se repite una y otra vez al hablar con otras jóvenes. De acuerdo con el programa educativo, en cuarto o quinto grado están contemplados los contenidos relacionados con el cuerpo humano y el aparato reproductivo. “Se dan de forma básica, lo más esencial”, reconoce el director de la escuela, William Estrada. En realidad, poco.

Grupo de jóvenes del cantón Los Toles en las instalaciones del centro escolar del mismo nombre.

Para este año lectivo están matriculados 194 estudiantes. A tercer ciclo, de sexto a noveno grado, asisten 44 jóvenes, 19 de ellos mujeres. En 2020, en séptimo grado, donde asistían de seis a siete jóvenes, tres estudiantes, entre ellas Yulissa, quedaron embarazadas.

El director aclara ese punto y las circunstancias: “Cuando nos retiramos por la pandemia, (las jóvenes) no estaban embarazadas, con el resguardo en casa es que se acompañaron y quedaron embarazadas”. Y recuerda dos casos más de embarazos en estudiantes en el pasado como para dar a entender que lo sucedido fue algo inusual.

Las estadísticas de control prenatal de la Unidad Comunitaria de Salud Familiar (UCSF-I) I de Ahuachapán, hasta donde se desplazan las mujeres para su chequeo de control del embarazo, confirman lo dicho por Blanca: 2020 dejó cinco embarazos en adolescentes entre 15 y 19 años. Y en 2019 fueron 4 más en ese grupo de edad.

Probablemente, la mayor parte de esas adolescentes dejasen de estudiar al quedar embarazadas o no lo estuviesen haciendo cuando ya quedaron encinta. El estudio “Maternidad y unión en niñas y adolescentes” de 2016, elaborado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNPFA) e instituciones del gobierno, concluía que el abandono de la escuela antecede el embarazo y la maternidad. “El 80% reportó haber interrumpido sus estudios antes de haber sido madre; el 60% de estos casos sucedió incluso antes de que el embarazo ocurriera”, revela el informe realizado sobre una muestra de 424 jóvenes embarazadas en 2012.

Como Blanca, otros 15 adolescentes terminaron noveno grado el año pasado. Como ella, ninguno sigue estudiando. Entrar al bachillerato para los jóvenes de Los Toles es difícil. Y no es precisamente por la pandemia como puede ser en el resto del país. En Los Toles, la mayoría de los padres no puede darse el lujo de gastar 0.85 dólares del pasaje, 1,70 dólares ida y vuelta, para mandar a su hijo al instituto cada día. Algunos, pocos, optan bajo el programa Edúcame, la modalidad a distancia del Ministerio de Educación, y van a clase los sábados, una vez por semana. La mayoría deja de estudiar en noveno grado, en la misma escuela donde empezó. Perpetúan así esos bajos índices de permanencia escolar: el promedio de escolaridad era 5.3 años en el ámbito rural en 2019.

Ahuachapán es el segundo departamento después de Morazán con el mayor porcentaje de hogares pobres (34.3%) del país y el primero con más proporción de hogares en extrema pobreza (9.8%), según la última Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (2019). A manera de referencia, en El Salvador, el 22.8% de los hogares vive en la pobreza y el 4.5% en condición de pobreza extrema. Estos datos, hay que aclarar, son previos a los efectos derivados de la pandemia del covid-19.

Si Ahuachapán duplica el promedio de pobreza extrema nacional, el cantón Los Toles, con seguridad, multiplica esa estadística departamental. La pobreza, que mide la encuesta mencionada, tiene que ver con el ingreso. Cuando el dinero no alcanza para completar una canasta básica de alimentos, que en ese año 2019 estaba en 34 dólares por persona al mes, prácticamente un dólar al día, cuando no llega para eso, ese hogar se califica en pobreza extrema. Es, para hablar sin tapujos, sinónimo de necesidad, de subalimentación y de hambre en algunos casos.

La escuela es el centro de todo y de nada en un cantón que se estira a lo largo de la calle que lo atraviesa de oriente a poniente. No hay más. No hay una casa comunal donde reunirse, un parque, espacios deportivos. Frente a la escuela, los jóvenes improvisan una cancha en un terreno que el dueño les presta en el verano. En invierno la pierden porque crece el zacate que el propietario necesita.

Los Toles es una sucesión de casas de bahareque y adobe, salpicadas por alguna otra de bloques de cemento, levantada con el dinero de los que emigraron a los Estados, a ambos lados de la carretera que parte el cantón en dos. Su población subsiste de la agricultura, del cultivo de maíz, frijol y maicillo en su mayoría. El río Paz que lo separa de Guatemala es una fuente de proteínas de cuando en cuando. En esa zona árida, pelada de vegetación en amplias áreas, hay ganado vacuno, pero poco y en pocas manos.

Médicos del Mundo
El estudio “Estrategia nacional intersectorial para la prevención del embarazo en niñas y adolescentes”, la llamanda Enipena, lanzado a finales de 2017, plantea una serie de acciones encaminadas a evitar los embarazos a temprana edad. En el plan se priorizan aquellos municipios donde el número de casos es más elevado y Ahuachapán estaba entre los 10 primeros en ese entonces. Por esa razón, este municipio fue escogido por Médicos del Mundo para implementar una serie de intervenciones hace un par de años. “En el cantón Los Toles desarrollamos el proyecto de mentorías con niñas y adolescentes con el objetivo de empoderarlas en temáticas de derechos sexuales y reproductivos, y generar una alianza entre las mujeres para prevenir la violencia sexual y las uniones tempranas”, relata Miram Segovia, de la organización que abandera la iniciativa.

En total, 24 niñas y adolescentes divididas en dos grupos de acuerdo con la edad asistieron a estas dinámicas. Esta experiencia de las mentorías se repitió en 10 municipios con unas 300 participantes en total. En el caso del cantón Los Toles, explica Segovia, se priorizó junto con la alcaldía porque reúne una serie de particularidades, algunas ya mencionadas, que hacen a las adolescentes más vulnerables: un lugar aislado, sin servicios de salud y con jóvenes con poco acceso a información en la prevención de los embarazos y las uniones tempranas.

En 2020, el municipio de Ahuachapán sigue siendo parte de ese grupo de 10 localidades con más embarazos en menores si bien con una considerable reducción con respecto a los años anteriores. El año pasado, esa localidad registró 8 embarazos en niñas entre 10 y 14 años y 294 en adolescentes entre los 15 y los 19 años. Los embarazos en este grupo de población representan el 21.2% de los totales, uno de cada cinco prácticamente. Además, una tasa de 24.8 embarazos por cada 1,000 adolescentes.

Nancy Cruz fue una de las dos mentoras en el cantón Los Toles. “Mentora significa ser amiga, una amiga de confianza para las niñas”, apunta. Durante un año, hasta que la pandemia interrumpió los encuentros, Cruz se reunía dos veces por semana con el grupo de jóvenes. “Se habló con ellas de derechos, de cómo se desarrolla el cuerpo en la mujer y en el hombre, de los cambios desde que nos viene la primera mestruación, de la autoestima. Les ayudé a que sintieran la libertad de expresar sus sentimientos y emociones”, enumera sobre el grupo que en sus inicios congregó hasta 15 jóvenes. Si Cruz conversó sobre esas temáticas y les ayudó a abrirse para que ellas expresaran sus dudas y miedos fue por una razón muy simple: nadie, ni en la escuela ni en la familia, lo había hecho antes; nadie les había dado un espacio así.

En Los Toles no hay centro de salud. El más cercano está en la cabecera, a unos 17 kilómetros de distancia. El único promotor de salud, por lo que cuenta Cruz, no visita a las familias para explicarles lo relacionado con la salud preventiva. No promueve.

Ana Vanessa Galicia, de 19 años y una de las mayores del grupo, terminó el bachillerato y aspira a ser agente de policía. Habla de superarse, de ser una buena mujer y de ayudar a los demás. En 2019, con 17 años, las mentorías le ayudaron a conocer más y mejor sobre las temáticas impartidas, a tener las cosas más claras. “Si no hubiera entrado a este proyecto puede que ya hubiera tomado otra decisión, que tal vez más después me habría arrepentido”, dice Galicia.

Yulissa era también parte de ese grupo y tomó una decisión de la cual se arrepientió aunque no mencione esa palabra. “Son cosas que a uno le pasa cuando le agarra de ir buscando novios. Lo que me pasó que no le vuelva a pasar a nadie más”, expresa.

De la otra chica de séptimo grado, que empezó y dejó las mentorías cuando quedó embarazada, Cruz baja la cabeza, suaviza el tono de voz y apenas suelta unas palabras. “Es un caso difícil”, dice. Punto.

La queja por la falta de información en materia de sexualidad que reciben las jóvenes es recurrente en las conversaciones con ellas. Sofía Alejandra, a sus 14 años, conoce un poco de los cambios y las etapas en su desarrollo corporal gracias a su hermana, cuatro años mayor. “Yo había escuchado de ese tema, pero nunca nos habían dado información en la escuela”, afirma la estudiante de octavo grado en este curso, compañera de Yulissa el año pasado.

En una encuesta realizada en el cantón a cinco adolescentes de segundo (1) y tercer ciclo (4), cuatro de ellas afirman haber escuchado sobre derechos sexuales y reproductivos, y los relacionan con tener cuidado en las relaciones sexuales y poder decidir cuántos hijos tener. Sienten más confianza con la familia para hablar de esos temas y menos con los amigos. Cuando tienen dudas, dicen, las resuelven en casa, generalmente con sus padres. Ninguna respondió en la escuela ni con los docentes. Ahora bien, a la pregunta de si los padres deberían recibir también ese tipo de educación, cuatro de las cinco respondieron que sí. Eso explica, en parte, lo expresado por otras compañeras suyas en este reportaje: la formación de los padres es limitada y, por tanto, la que ellas reciben es insuficiente, poco clara y, probablemente, no siempre sea la más acertada.

Las jóvenes, siempre según la encuesta, son conscientes de la importancia de la educación en sexualidad para reducir e identificar la violencia sexual. En caso de no recibirla, ven una relación directa con el riesgo de embarazos no deseados y con interrumpir sus metas y sueños en la vida. Finalmente, tres de las cinco jóvenes consideran que el cumplimiento de los derechos sexuales y reproductivos debe ser una prioridad para mejorar la calidad de vida en la comunidad.

Mario Iraheta, representante auxiliar del UNPFA en el país, lo resume en una frase: “El camino es hablar a los jóvenes”.

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