El 2020 cerró con 503 niñas de 10 a 14 años embarazadas, 53 menos que el año anterior, el peor dato desde 2015. Especialistas creen incluso que los embarazos fueron más, que existe un subregistro por las medidas derivadas de la pandemia de covid-19. En los cinco años previos, los embarazos cayeron un 62%, entre 100 y 350 casos anuales, una tendencia no registrada antes. Voz Pública profundiza en esos dos aspectos: en las razones por las que los embarazos en niñas se redujeron en cinco años el doble, en términos porcentuales, que en los 15 años anteriores, y en el freno a ese descenso en el último año.
“Nos alegramos de la reducción significativa, pero no nos sentimos satisfechas. Ninguna niña ni adolescente debería estar embarazada. No es el tiempo, no es la edad y tampoco se tienen las condiciones para afrontar esa situación”. Yamila Ábrego, asesora nacional de Salud de la organización Plan Internacional, condensa sentimientos y razones en esas frases en torno a esta problemática social.
Para entender mejor el comportamiento de los embarazos en jóvenes de 10 a 19 años a partir de 2015 es importante retroceder a los primeros años del siglo, hasta donde hay un registro confiable del Ministerio de Salud. Entre 2000 y 2014, los embarazos en niñas entre 10 y 14 años oscilaron entre los 2,237 (2001) y los 1,540 casos (2014), una reducción del 31% en ese periodo. En los cinco años siguientes, de 2015 a 2019, esa realidad cambió notablemente, de una manera no vista antes. De 1,445 a 556 niñas embarazadas, un 62% menos. De cuatro embarazos diarios a uno cada 17 horas. De 44 municipios sin casos en niñas en 2015 a los 108 en 2019. A los 121 municipios donde viven 1,125,000 personas el año pasado. En ese quinquenio en cuestión, los embarazos en niñas se redujeron el doble que en los 15 años anteriores en términos porcentuales.
El año de la pandemia por la covid-19 vino a quebrar esa tendencia tan marcada en la reducción de los embarazos en niñas. De 556 en 2019 a 503 en 2020, 53 menos, una caída abajo del 10% cuando en los cinco años anteriores se mantuvo arriba del 15% anual. La reducción fue desigual: en cuatro departamentos, los embarazos en niñas aumentaron en 2020 y en dos más se mantuvieron igual. En Sonsonate, esa problemática se agudizó al pasar de 54 a 87. San Vicente casi duplicó sus casos: de 9 en 2019 a 17 en 2020. Cabañas y San Miguel también registraron un aumento y, en La Unión y La Paz, los embarazos se mantuvieron estables. En el resto del país hubo una reducción, en especial en San Salvador y en La Libertad. En el primero se pasó de 107 a 62, un 42% menos. En el otro, de 89 a 66 embarazos, un 26%
En general, la disminución en los embarazos se observa en las últimas décadas y en los distintos rangos de edad si bien no tan marcada como entre los 10 y 14 años desde 2015. En las adolescentes se redujo en 6,700 embarazos entre 2001 y 2014, una caída del 22.5% y de casi 9,000 embarazos, un 37.3% en los cinco años siguientes. En las mujeres mayores de 19 años, esa reducción fue el 18.2%, 10,500 embarazos menos en ese quinquenio, un porcentaje similar (17.9%) al de los 15 años anteriores.
Voz Pública conversó con especialistas de instituciones que trabajan con jóvenes en riesgo, y estudian el fenómeno de los embarazos precoces para entender el comportamiento en los últimos años. En pocas palabras, para tratar de explicar cómo en 2017, por ejemplo, los embarazos en niñas se redujeron un 33%, casi 400 menos con relación a 2016, una cantidad similar a lo que se redujo en un periodo de ocho años, del 2001 a 2008, o en seis, desde 2009 a 2015. También, para conocer qué pasó en 2020 y el probable subregistro de los embarazos que subyace en las estadísticas sanitarias.
2020, un año confuso
El año del inicio de la pandemia, el Ministero de Salud registró apenas 53 embarazos menos que en 2019. La disminución, además de leve si se compara con la tendencia descrita, hay que verla con lupa. Puede ser menor. Puede ser peor. La razón está en los embarazos no registados debido a las restricciones adoptadas para frenar la pandemia. “El tema del subregistro puede ser un evento que esté ocurriendo a día de hoy. Si todavía en octubre estábamos teniendo medidas restrictivas en funcion de la pandemia, de movilidad, es posible que haya embarazos que aún no se hayan registrado y que estén, sobre todo, en el último trimestre de 2020”, apunta Mario Iraheta, representante auxiliar del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
La niña o a la adolescente se inscribe en el control prenatal en el centro de salud más cercano y queda en el registro del Ministerio de Salud. Esos datos son los que se presentan en este reportaje como embarazos. En los últimos años, con la ampliación de la cobertura en la reforma de salud, el 99% de los partos es en un hospital (dato de 2019). Además, en condiciones normales, las embarazadas que reciben atención médica prenatal llegan al 96%, según un informe de Banco Mundial de 2014.
Pero 2020, como se sabe, no fue un año normal. Desde el Ministerio de Salud coinciden con esa apreciación y llaman a ver sus propias estadísticas con lupa. “Las atenciones proporcionadas por nuestros servicios se vieron reducidas, por lo tanto, no nos dan un panorama real de lo ocurrido”, asegura Mario Soriano, jefe de la Unidad de Atención de Adolescentes de esa institución.
Miriam Segovia, coordinadora de proyectos en el área de derechos sexuales y reproductivos de Médicos del Mundo, suma más razones al subregistro que la propia pandemia. “Hay muchas que no visitan el establecimiento de salud porque el protocolo para la atención de las niñas implica avisar a la junta de protección del Consejo Nacional de la Niñez y la Adolescencia (Conna) para investigar el embarazo de esa niña. Sí llegan al parto, este trimestre (enero a marzo) puede arrojar mayores datos”, añade Segovia.
Embarazo en niñas, violación
Detrás de una niña embarazada hay siempre una violación, de acuerdo con el Código Penal, un delito que, sin embargo, queda en la impunidad en la mayoría de los casos. “La brecha más importante que debemos seguir trabajando es el acceso a la justicia, la mayoría de embarazos tiene una relación muy grande con la violencia sexual”, reflexiona Soriano.
En la pandemia, probablemente, la violencia sexual ha estado más presente que antes. Las restricciones de movilidad “obligaron” a la víctima y al agresor -niña y un familiar- a estar bajo un mismo techo durante meses. Sin poder salir al centro de salud, sin poder denunciar. “Consideramos que si no se ataca este problema de la violencia sexual siempre habrá casos de niñas y adolescentes embarazadas”, reseña la representante de Plan, quien revela que en 2020 se reportaron 785 casos de violencia sexual en niñas y adolescentes. Otro dato que, por esas mismas razones, hay que observar con lupa.
«Si no se ataca el problema de la violencia sexual siempre habrá casos de niñas y adolescentes embarazadas»
Yamila Ábrego, asesora de Plan Internacional
Quinquenio 2015-2019
Desde la década pasada, una serie de estudios e investigaciones retrata la realidad de los embarazos en menores desde distintos puntos de vista y la pone en la agenda pública. La violencia sexual y el estupro detrás de los embarazos, las uniones de niñas y jóvenes -en general con hombres 10 o más años mayor que ellas-, la deserción escolar tras esas uniones, entre otras, son las aristas más afiladas de un problema social, silencioso y silenciado hasta entonces. “Las investigaciones fueron sumamente importantes porque les dieron peso científico a las intervenciones, como para decir que lo que estábamos haciendo está bien, pero ahora sabemos porque lo vamos a hacer y porque lo vamos a seguir empujando”, destaca Ábrego, representante de Plan.
Para Segovia, de Médicos del Mundo, se dieron pasos pequeños pero firmes dirigidos hacia las adolescentes y su entorno. Impulsar la educación integral de la sexualidad, formar a los docentes para abordar esos temas en el aula y fuera de ella, incluyendo a las familias, y equipar a los centros de salud para dar respuesta a esa demanda para una sexualidad integral fueron los más significativos.
“Probablemente, a partir del 2015 hubo una serie de intervenciones que se fueron proponiendo y adoptando tanto por organizaciones de la sociedad civil y por programas de gobierno que permitieron que llegara mas información a los jóvenes e influir en la disminucion de los embarazos en niñas y adolescentes”, afirma Iraheta, representante auxiliar del UNFPA, quien concede mucha importancia también al acceso a la información de los jóvenes a través de las redes sociales.
La aprobación de una serie de normativas en favor de la igualdad de género, de los derechos en salud sexual y reproductiva, la propia reforma de salud, entre otras, creó un andamiaje legal que permite impulsar una serie de políticas desde el Estado -no solo desde el Ministerio de Salud- y en sintonía con las organizaciones sociales. Todo ese compromiso quedó por escrito en la Estrategia Nacional Intersectorial de Prevención del Embarazo en Niñas y Adolescentes. Presentada el 23 de noviembre de 2017, plasma en sus 117 páginas el camino a seguir en los próximos 10 años con intervenciones de distintos sectores públicos y privados, y una meta clara: erradicar los embarazos en niñas y adolescentes.
Mantener a las niñas en la escuela, lo dicen los estudios, es un factor protector para ellas y reduce su riesgo de quedar embarazadas, pero, como apunta la representante de Plan Internacional, es clave que en el aula se les brinde una educación integral para la sexualidad.
En esa línea se pronuncia el UNPFA, institución responsable de una buena parte de las investigaciones realizadas sobre el tema en los últimos años. “El camino es hablar a los jóvenes. La evidencia demuestra que si hablamos con los jóvenes de sexualidad, si se les provee educación integral para la sexualidad, se disminuyen los embarazos, se retrasa el inicio de relaciones sexuales y se disminuyen los casos de violencia sexual”, concluye Iraheta.