Como parte del estrafalario discurso del pasado 15 de septiembre de 2022, el presidente de la República ya formalizó el inicio explícito del próximo fraude electoral, al anunciar su “nueva” candidatura para las elecciones presidenciales de 2024: fraude que, en todo caso, ya venía anunciándose, al menos casi de modo explícito, desde 2020.
¿Por qué es un discurso estrafalario? Por varios aspectos, entre ellos:
Primero: el presidente se presenta, en esencia, no únicamente como un nuevo prócer de El Salvador, sino como un “nuevo mesías” ya que, según él, en los 200 años previos, El Salvador nunca ha gozado de libertad ni de democracia. Según ese señor, con él es que inicia la “verdadera” historia salvadoreña, con él es que nace el país. Ya sé que parece chiste, pero es anécdota: el señor Bukele se presenta como el líder mesiánico de una secta que piensa que El Salvador nace a la vida en 2022, que cree que con él ha existido una liberación, una epifanía que ha generado una nueva y verdadera “libertad”.
Segundo: el presidente admite, así sea de modo implícito, que él mismo es parte de un proceso delictivo, de apoderamiento del Estado, al celebrar que actos contrarios a la Constitución y a las leyes, como es la separación de los magistrados de la Sala de lo Constitucional y la destitución del 30% de los jueces, son actos de una “nueva realidad”, hechos para posibilitar su reelección presidencial (y, en esencia, su permanencia indefinida en el cargo). Que pena para los jueces destituidos o retirados en septiembre de 2021, pues el presidente insiste en que los quitaron por corruptos… y la mayoría de esos jueces sigue callado (se nota que estuvo “buena” la indemnización con la que compraron su silencio).
Tercero: que el presidente diga que se presenta para una reelección presidencial porque es un acto soberano del pueblo salvadoreño, con lo que anuncia que permanecerá en el poder, no solamente cinco años más, sino todo el tiempo que él decida qué es lo mejor para el país, que el pueblo se lo pida. Eso sí es tanto una tragedia como un chiste, pues esa forma clásica de justificar la permanencia ilegítima en el poder es un ejemplo típico de cinismo político y social, propio de actuaciones cinematográficas.
Por ello, ver el vergonzoso show bufo del pasado 15 de septiembre, cuando el presidente anunció su candidatura ante algunos bufones de sus seguidores e incluso la asistencia de quienes usurpan cargos, funciones y despachos en la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, me recordó una de las escenas icónicas del episodio III de la saga Star Wars, La venganza de los Sith, cuando el congreso concede poderes extraordinarios al senador Papaltine (en realidad, Darth Sidious), ante lo cual la senadora Padmé Amidala expresa: “Y así es como muere la libertad, con un fuerte aplauso”.
Así que los salvadoreños deben estar conocedores de la realidad social, política y jurídica: la reelección presidencial inmediata ha estado y está expresamente prohibida, así que el solo anuncio de la candidatura del actual presidente es la formalización de un fraude electoral.
Y es que es importante tener en cuenta que el fraude electoral no se limita ni reduce a la alteración de los resultados de una votación, sino que fraude existe cuando hay una alteración grave en las reglas electorales más esenciales de un país y, en El Salvador, la regla electoral más importante es el principio de alternabilidad en el ejercicio de la presidencia de la República o prohibición de reelección presidencial inmediata, al grado que está consagrado en al menos seis disposiciones constitucionales.
De todas las normas constitucionales que prohíben la reelección presidencial inmediata, quizá la más clara y contundente es el artículo 154 de la Constitución que señala que el período presidencial es de cinco años, y que la persona que ocupa dicho cargo no puede permanecer “ni un día más”: esta es una expresión que en el constitucionalismo nacional aparece desde la Constitución de 1841, es decir, el principio de alternabilidad en la presidencia de la República -como prohibición de reelección presidencial inmediata- existe en El Salvador desde hace más de 180 años.
Así que, dejando de lado los eufemismos o el lenguaje diplomático, debemos ser honestos, sobre todo con nosotros mismos, y reconocer que el 15 de septiembre de 2022, el señor Bukele formalizó la instauración de una dictadura, anunció -en esencia- que un grupo de arribistas sociales, cansados del “sufrimiento” que les genera la exclusión por parte de la élite económica y social del país, ha decidido permanecer en el poder político todo el tiempo que pueda, a fin de lograr apropiarse de medios económicos que le permita incorporarse a la -para decirlo en términos marxistas- oligarquía nacional.
Así que, salvadoreños, ya estamos -para decirlo en vocablos propios de Star Wars- en la época del predominio del lado oscuro de la historia.
El presidente Nayib Bukele anuncia su decisión de participar como candidato a la presidencia para 2024.